Lector, querido lector, trata de no
leer este análisis si es de día, porque la lectura de un texto diurno debería
ser sólo nocturna y porque los textos son más parecidos a flores que a recetas
de cocina o informes anatómicos, lee este análisis cuando sientas que hayas
perdido completamente el recuerdo de tus sueños de la noche anterior y cuando
tengas noticia de un texto de Umberto Eco titulado “Lector in fabula”.
La condición necesaria para la comprensión de un texto depende del
lector que tenga las competencias lingüísticas necesarias para entenderlo.
Aunque, existe otra condición, que es la de rellenar los elementos no dichos, de
la misma manera que un paleontólogo a partir de una vértebra puede reconstruir
una columna vertebral, el lector tiene que rellenar las partes faltantes – la cantidad
dependerán de cada autor-. Eco dice que: "No dicho" significa no manifiesto
en la superficie, en el plano de la expresión: pero precisamente son esos
elementos no dichos los que deben actualizarse en la etapa de la actualización
del contenido” (pág. 74). La lectura de estos textos por lo tanto son
actualizaciones del texto, conforme leemos reconstruimos lo dado por el autor.
Existen dos tipos de textos que surgen a partir de esta idea: Textos abiertos
y textos cerrados. El primero se caracteriza por: “Admitir innumerables
lecturas” y donde se “ampliará y
restringirá el juego de la semiosis ilimitada”. Los cerrados no admiten esta
libertad, puesto que tratan de ser precisos, su lectura es limitada.
El
cuento del escritor serbio Milorad Pavic titulado Té para dos y que aparece en el libro Los siete pecados capitales, puede ser un ejemplo perfecto de texto
abierto. El texto, a primera vista, parece ser del tipo cerrado, está lleno de
instrucciones: “El escritor les aconseja, queridos lectores, que no lean este
cuento un miércoles y de ninguna manera antes del mes de mayo. Además, lo más
conveniente sería que lo leyeran en la noche y en la cama” (pág. 100). El
cuento, se construye como una serie de instrucciones para usar un Elixir de
amor. Se debe seguir cada una de ellas, de lo contrario no podrá suceder. La
lectura se bifurca en dos caminos: El femenino y el masculino, las
instrucciones son distintas para cada sexo. Cada indicación es precisa, no
admite ambigüedades, en este punto Eco comenta lo siguiente:
Hasta qué punto debe vigilar la cooperación del lector, así como dónde
debe suscitarla, dónde hay que dirigirla y dónde hay que dejar que se convierta
en una aventura interpretativa libre (pág. 84)
Un lector modelo tendría que seguir sin dudar las instrucciones del
autor, sin embargo, la cantidad de ellas hace que se vuelva improbable, Pavic
nos ha metido en un juego con demasiadas reglas como para que resulte divertido y él se ha dado
cuenta desde el principio, constantemente se han comentarios de que esta serie
de procedimientos serán violados de todos modos. Una de las indicaciones
consiste en soñar un sueño descrito con anterioridad:
Querido Aristin, creo que usted no pudo soñar el sueño exigido y comer
allí mismo el almuerzo, aquel bagre frito en agua para el día de San Nicolás.
Pero no se desespere. Usted ya sabe, porque echó un vistazo en las
instrucciones de Aseneta, que el sueño no se le exige soñarlo, sino para otros
propósitos (pág. 104)
Todo buen estratega sabe prever el siguiente paso de su enemigo de la
misma manera que todo buen amante que guste de bailar con su pareja. Sin
embargo, en ocasiones llega a ser imposible, no siempre se puede estar ahí y en
este momento nos damos cuenta que se trata de un texto abierto. El autor se
rinde, su lector modelo es tan improbable que es imposible, por lo tanto se
vuelve ficción, se vuelve personaje:
¿Por qué le mientes? ¿Por qué mientes a Aristin, si sabes muy bien que
todo es totalmente incierto? Porque los que lo intentan experimentarán por sí
mismos que una relación basada en llaves sin cortar y una chuchería femenina no
debe significar gran cosa. Puede ocurrir que Aseneta y Aristin simplemente no
se gusten (pág. 105).
La narración propone la imposibilidad de un lector modelo, se ha vuelto
tan cerrado que se ha hecho abierto, porque “nada hay más abierto que un texto
cerrado” dice Eco. La lectura de este
cuento admite varias lecturas, bien podría ser un Elixir de Amor que se cumple
solo en la ficción, podría mostrar también la improbabilidad lógica de la
existencia del amor, podría ser una mentira muy educada, podría ser una carta
de amor del escritor al lector como se dice en la última parte del mismo, sus
interpretaciones y actualizaciones son diversas.
Un texto cerrado, pero no tanto, no se comporta de este modo. Veamos,
por ejemplo, la receta de esturión
confitado con vieiras y caviar:
1.-Trocea el
esturión, salpimienta y confítalo a fuego suave en un cazo con abundante aceite
de oliva.
2.-Corta la
calabaza y la zanahoria en daditos y cuécelos en un cazo con agua y una pizca
de sal. Cuando estén blandos, escurre y resérvalos.
3.- Pica finamente
la chalota y ponla en un cazo con el vino blanco. Cocina hasta que reduzca casi
completamente. Incorpora la nata y los corales de las vieiras. Salpimienta y
sigue cocinando hasta que reduzca a la mitad. Tritura y cuela.
Parecidos, no obstante, diferentes, una lectura distinta de esta receta
podría degenerar en un esturión incomestible, una mala cena o un experimento
culinario innovador y hasta revolucionario, después de todo no es una receta
sino se le puede echar algo propio. Pero con el cuento Té para dos, la
violación del sentido estricto es necesaria para el goce literario, existe un
placer estético en ir más allá, en atravesar las fronteras y acaparar lo más
posible una obra. Querido lector, ahora lee el cuento y acompáñalo con la
receta de esturión.
Bibliografía:
Eco, Umbero. "El lector
modelo" en Lector in fábula: la cooperación interpretativa del texto
narrativo. Barcelona: Lumen, 1993.
Pavic, Milorad. “Siete pecados
capitales”. México: Sexto Piso, 2007.
Receta tomada de: