lunes, 14 de abril de 2014

Una semana con el CONELL

Desde el domingo me había dado cuenta que en el centro ya estaban paseando varios de los estudiantes que habían venido a Puebla al XII CONELL, era un atardecer tardío o al menos eso sentíamos debido al cambio de horario de verano, algunos de mis amigos servían de guías turísticos a los recién llegados. Me invitaron a ir con ellos, negué la invitación, aún tenía mucha tarea y no podría dormir esa noche, el siguiente día tendríamos que montar la exposición fotográfica. Era una bella noche, de esas noches que sólo vemos cuando somos jóvenes como diría Dostoievski al principio de Las noches blancas.  

    El lunes había dormido sólo tres horas pero con la suficiente presión para estar despierto. La justificación de la exposición fotográfica era el de reinterpretar el texto literario a partir de la fotografía. Recibimos los bastidores  a primera hora y las fotografías a lo largo de la mañana, no todos los fotógrafos cumplieron con las normas de presentación de las mismas, pero en un congreso siempre se debería saber que no todo sale como se planea. Imprimimos además los textos complementarios que acompañarían las fotografías. A las diez de la mañana volví a mi casa, necesitaba estar presentable para mi primera ponencia, era a las once en el edificio Carolino. Llegué con el cabello aún mojado pero puntual. Dentro y fuera del recinto se encontraban varios estudiantes todos con una charla animada, reencuentros y conversaciones rememorando antiguos congresos, saludé a viejos conocidos además de invitarlos a asistir a mi presentación.

    No llegó el último ponente a la mesa, pero la asistencia en el Salón de Proyecciones fue nutrida, la primera ponencia versaba sobre la intertextualidad religiosa en una novela de hispánica de finales del siglo XIX, la mía fue sobre la intertextualidad de los diarios de Cesare Pavese y un cuento de Ricardo Piglia: Un pez en el hielo.   

    Siempre se disfrutará mejor un congreso como asistente o como ponente que como organizador. Al terminar mi mesa fui con mi equipo a recoger caballetes en la Casa de las Bóvedas y después montar la exposición contra reloj, antes de las cuatro de la tarde. Nos desplazamos después al primer patio del Carolino y en una tarde calurosa hicimos nuestra modesta presentación que, contra todo lo temido, tuvo una afable recepción. La serie de fotografías dedicadas a Macario de la fotógrafa Paola Buenrostro fue la que más robó miradas de los asistentes.  

    El martes las actividades se llevaron a cabo en Cholula, lamentablemente no pude asistir puesto que tuve que presentar un trabajo final de Paleografía y fue im-por-tan-tí-si-mo asistir.

    Había que montar cada mañana la exposición fotográfica, puesto que no nos aseguraban la integridad de la misma y el lugar era requerido para otras actividades, fue nuestra exposición móvil. El día miércoles a las cuatro de la tarde me encontré en la Sala List Arzubide, presentaba el proyecto de Lectura kinestésica de la UADY. El objetivo de estos eventos es el difundir nuestros conocimientos y nuestras perspectivas sobre la literatura, lo comprendí en el momento en que yucatecas les pidieron a los asistentes a quitarse los zapatos, vendarse los ojos y dejarse llevar por su voz. La lectura con los sentidos, la literatura leída por nuestro cuerpo, otra forma de leer y de aproximarnos a textos tan conocidos como La Divina Comedia, El Apando o los versos de García Lorca. El proyecto presentado tuvo una excelente recepción, el evento que tenía pensado no durar más de cuarenta minutos se alargó durante más de dos horas. Al finalizar tuvimos que dirigirnos al Café Marcel para asistir a la última tertulia.


    El ambiente de varias mesas fue más el de compartir experiencias en la investigación de nuestros temas que la investigación en sí. El día jueves presenté junto con Ana María Bermúdez Salomón, -nuestra adorable, amable y responsable organizadora-, la ponencia sobre los topónimos poblanos de origen náhuatl en el Salón Verde a las diez de la mañana. Una hora antes me encontré entregando ensayos sobre realismo ruso, -última parte de mis prácticas en el seminario de Didáctica de la Literatura- posteriormente me dirigí a montar una vez más nuestra exposición fotográfica. Durante toda esa semana estuvimos atareados, varios más que yo. El segundo ponente de nuestra mesa habló sobre la vigencia del dialecto sefardí de forma apasionante, todo comenzó con una anécdota en un zoco en medio de las calles de Estambul durante el servicio religioso, a partir de ahí tenía toda nuestra atención.

    Experiencias académicas y no tan académicas, descubrimientos, hipótesis, tesis que ahondaban en el origen del Mal, lectores que tenían algo que compartir y otros que no tanto, otros que leían con un apasionado acento sus textos y otros en cuyas voces se adivinaba el nerviosismo producido por un nutrido público, mesas que rompían protocolos y otras como medios para curar el insomnio, sin embargo, la mayoría fueron enriquecedoras tanto para los asistentes como para los ponentes.


    Y así llegó la noche del viernes, la fiesta que finiquitaba nuestra deuda durante esa semana. Al final, convivir y con beber con nuestros compañeros, compartir direcciones de redes sociales, de números telefónicos, hablar de nuestra experiencia en esa semana, hablar de proyectos, de futuros planes, de agradecer las nuevas amistades y de reafirmar las viejas, de gritar, de añorar esos días que se nos fueron más rápido de lo que pensamos, de bailar y cantar desenfrenadamente con nuestros hermanos en las letras.  

1 comentario: