Desde
el domingo me había dado cuenta que en el centro ya estaban paseando varios de
los estudiantes que habían venido a Puebla al XII CONELL, era un atardecer
tardío o al menos eso sentíamos debido al cambio de horario de verano, algunos
de mis amigos servían de guías turísticos a los recién llegados. Me invitaron a
ir con ellos, negué la invitación, aún tenía mucha tarea y no podría dormir esa
noche, el siguiente día tendríamos que montar la exposición fotográfica. Era
una bella noche, de esas noches que sólo vemos cuando somos jóvenes como diría Dostoievski
al principio de Las noches blancas.
El lunes había dormido sólo tres horas pero
con la suficiente presión para estar despierto. La justificación de la
exposición fotográfica era el de reinterpretar el texto literario a partir de
la fotografía. Recibimos los bastidores a
primera hora y las fotografías a lo largo de la mañana, no todos los fotógrafos
cumplieron con las normas de presentación de las mismas, pero en un congreso
siempre se debería saber que no todo sale como se planea. Imprimimos además los
textos complementarios que acompañarían las fotografías. A las diez de la
mañana volví a mi casa, necesitaba estar presentable para mi primera ponencia, era
a las once en el edificio Carolino. Llegué con el cabello aún mojado pero
puntual. Dentro y fuera del recinto se encontraban varios estudiantes todos con
una charla animada, reencuentros y conversaciones rememorando antiguos
congresos, saludé a viejos conocidos además de invitarlos a asistir a mi
presentación.
No llegó el último ponente a la mesa, pero
la asistencia en el Salón de Proyecciones fue nutrida, la primera ponencia
versaba sobre la intertextualidad religiosa en una novela de hispánica de
finales del siglo XIX, la mía fue sobre la intertextualidad de los diarios de
Cesare Pavese y un cuento de Ricardo Piglia: Un pez en el hielo.
Siempre se disfrutará mejor un congreso como
asistente o como ponente que como organizador. Al terminar mi mesa fui con mi
equipo a recoger caballetes en la Casa de las Bóvedas y después montar la
exposición contra reloj, antes de las cuatro de la tarde. Nos desplazamos
después al primer patio del Carolino y en una tarde calurosa hicimos nuestra
modesta presentación que, contra todo lo temido, tuvo una afable recepción. La
serie de fotografías dedicadas a Macario
de la fotógrafa Paola Buenrostro fue la que más robó miradas de los asistentes.
El martes las actividades se llevaron a
cabo en Cholula, lamentablemente no pude asistir puesto que tuve que presentar
un trabajo final de Paleografía y fue im-por-tan-tí-si-mo asistir.
Había que montar cada mañana la exposición
fotográfica, puesto que no nos aseguraban la integridad de la misma y el lugar
era requerido para otras actividades, fue nuestra exposición móvil. El día
miércoles a las cuatro de la tarde me encontré en la Sala List Arzubide,
presentaba el proyecto de Lectura kinestésica
de la UADY. El objetivo de estos eventos es el difundir nuestros conocimientos
y nuestras perspectivas sobre la literatura, lo comprendí en el momento en que
yucatecas les pidieron a los asistentes a quitarse los zapatos, vendarse los ojos
y dejarse llevar por su voz. La lectura con los sentidos, la literatura leída
por nuestro cuerpo, otra forma de leer y de aproximarnos a textos tan conocidos
como La Divina Comedia, El Apando o
los versos de García Lorca. El proyecto presentado tuvo una excelente
recepción, el evento que tenía pensado no durar más de cuarenta minutos se
alargó durante más de dos horas. Al finalizar tuvimos que dirigirnos al Café
Marcel para asistir a la última tertulia.
El ambiente de varias mesas fue más el de
compartir experiencias en la investigación de nuestros temas que la
investigación en sí. El día jueves presenté junto con Ana María Bermúdez
Salomón, -nuestra adorable, amable y responsable organizadora-, la ponencia
sobre los topónimos poblanos de origen náhuatl en el Salón Verde a las diez de
la mañana. Una hora antes me encontré entregando ensayos sobre realismo ruso, -última parte de mis prácticas en el seminario de Didáctica de la Literatura- posteriormente me dirigí a montar una vez más nuestra exposición fotográfica.
Durante toda esa semana estuvimos atareados, varios más que yo. El segundo
ponente de nuestra mesa habló sobre la vigencia del dialecto sefardí de forma
apasionante, todo comenzó con una anécdota en un zoco en medio de las calles de
Estambul durante el servicio religioso, a partir de ahí tenía toda nuestra
atención.
Experiencias académicas y no tan
académicas, descubrimientos, hipótesis, tesis que ahondaban en el origen del
Mal, lectores que tenían algo que compartir y otros que no tanto, otros que
leían con un apasionado acento sus textos y otros en cuyas voces se adivinaba
el nerviosismo producido por un nutrido público, mesas que rompían protocolos y
otras como medios para curar el insomnio, sin embargo, la mayoría fueron
enriquecedoras tanto para los asistentes como para los ponentes.
Y así
llegó la noche del viernes, la fiesta que finiquitaba nuestra deuda durante esa
semana. Al final, convivir y con beber con nuestros compañeros, compartir
direcciones de redes sociales, de números telefónicos, hablar de nuestra
experiencia en esa semana, hablar de proyectos, de futuros planes, de agradecer
las nuevas amistades y de reafirmar las viejas, de gritar, de añorar esos días
que se nos fueron más rápido de lo que pensamos, de bailar y cantar
desenfrenadamente con nuestros hermanos en las letras.
Revisado.
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